Conocer la viña
La vitivinicultura se comporta tal como lo hace el cultivo de cualquier otra planta o fruta en el que se destacarán, entre otros, factores determinantes como el clima y microclima. Argentina presenta excelentes condiciones, dada la diversidad de altitudes que rondan entre los 450 y los 2300 m sobre el nivel del mar, y porque los viñedos se extienden entre los 22 y 42º latitud sur.
Así se ofrece como generadora de microclimas y diferentes terruños que presentan características únicas, traducidas en la notable expresión y en la diversidad de los vinos.
La vid crece en clima semiárido sin influencia oceánica, con estaciones invernales secas, clima templado o templado frío; las lluvias promedio no superan los 250 mm anuales, y generalmente se dan en verano, por lo que el riego se vuelve indispensable.
La abundancia de sol, medida en horas (heliofanía), permite una excelente maduración de las uvas, que llegan sin dificultad a su plenitud de aromas, sabores, color y taninos.
El clima seco potencia la sanidad de los vinos, algo que lleva a un fácil mantenimiento de los viñedos con bajos tratamientos fitosanitarios.
Los valles de altura, alejados de océanos, nos distinguen entre las pocas viticulturas continentales del mundo.
Cuenta con agua de alta calidad para el riego natural procedente del deshielo de la cordillera de los Andes.
La viticultura hoy está atenta a los evidentes cambios climáticos que se viven y sostiene así el compromiso, consideración y respeto en función a las condiciones que cada región o viña presenta.
Argentina es otro ejemplo a destacar: con su ubicación y recursos naturales, ofrece vinos con carácter único, que evidentemente lograron posicionarse ante los consumidores y críticos más exigentes.